domingo, 29 de noviembre de 2009

CUASIMODO

Semana Santa posee un remate criollo y huaso. El primer domingo -después de Pascua de Resurrección- el campo de la Región Metropolitana aparece, como obedeciendo a un conjuro, florecido de chamantos y banderas. Es la fiesta de Cuasimodo. Congrega en torno a la parroquia a feligreses ecuestres. Esos jinetes escoltan al señor cura para administrar la comunión a enfermos e inválidos. La caravana es acompañada por carretelas y bicicletas. Todo se engalana con el tricolor y el pabellón vaticano. La cofradía cuasimodista comienza la peregrinación rumbo a los hogares donde el sacerdote administra el sacramento de la eucaristía. El viejo grito “¡Viva Cristo Rey!” quiebra la quietud aldeana de Talagante a Colina y de Lo Barnechea a Barrancas. Son los cuasimodistas –niños, muchachos, adultos y ancianos- con sus cabezas cubiertas de blanco pañuelo al estilo moro y los pechos condecorados de escapularios. Al galope o pedaleando conservan la noble tradición.

Cuasimodo no es un santo. Tampoco guarda relación con el jorobado de Notre Dame. Es un brote de religiosidad popular arraigado en el área rural de Santiago. Su nombre deriva de la vulgarización de una frase en latín de un arcaico texto litúrgico; “quasi modo” que significa “a manera de…” De allí la huasería acuña el término para designar un festejo cuyo propósito –en su origen- es proteger a los párrocos de los bandoleros. Estos, con frecuencia, los despojaban de sus paramentos y del cáliz. Nacen entonces como milicia protectora. Hoy la meta es facilitar que comulguen los fieles incapacitados de concurrir al templo. En cada hogar se agasaja a los cuasimodistas… Nunca falta el “engañito”. Aunque lo permitido es sólo agua y pan, de modo discreto hay chacolí y pequenes. Al medio día es la misa de campaña. Al caer la tarde culmina la tarea con refrigerio de “chicha y chancho” no sin antes expresar el júbilo con cuecas y topeaduras. Fe y chilenidad son los rasgos de este epílogo campero de Semana Santa.

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