jueves, 10 de septiembre de 2015

ENTRE LA SEQUIA Y LA INUNDACION

 “Agua que no haz de beber déjala correr”... Se trata de un refrán equivocado. El agua es un bien escaso y, por ende, económico.    Además es insustituible y, en consecuencia, vital. El agua no puede perderse. Igual que  una camisa, se lava, es decir, se purifica. De allí las plantas que la liberan de detritus y bacterias son muy importantes.

Por cierto también        -como se ha manifestado-        son vitales  embalses que almacenan los torrentes fluviales. No sólo evitan inundaciones  y  contaminación del borde oceànico, perjudicando la pesca y el turismo, sino que incrementan  el área agraria y es posible adosarle turbinas que generen electricidad. Dos tercios de “nuestra loca geografía” son áridos. La erosión convierte en arenales  valles y oasis.

El desierto de Atacama avanza de modo implacable. No está restringido  sólo al extremo norte, sino se hace presente en la IV Región y alcanza la V, La sequía -en este invierno algo disminuye- pero no es posible continuar   confiando en  las bondades de San Isidro. El país oscila entre la sequía que es permanente y  las esporádicas inundaciones.


Millones padecen la deshidratación o el diluvio. Integran la “república concreta” en oposición a la “república oficial” que vive como en Bizancio discutiendo “cuantos angeles caben en la cabeza de un alfiler” con financiamiento fiscal. Ello mientras nos acosa el desempleo, la delincuencia y la drogadicción. Es torpe triunfalismo juzgarnos desarrollados   

El país exige dar relevancia al Proyecto Camanchaca de Chungungo, a la propuesta de convertir en energía el oleaje del Pacífico, en apurar los planes fotovoltaicos y geotérmicos del Desierto de Atacama y en activar el montaje de tranques y embalses comenzando de sur a norte. Es la continuidad de una tradición que inauguran los curacas incaicos y continúan los gobernadores designados por la Corona. 

Son urgentes plantas de purificación de aguas servidas y embalsar los cursos fluviales. Se debe evitar la contaminación de las aguas por una explotación minera carente de normativa. Más que eso, evitar que se pierdan succionadas por el océano. En la hora del crepúsculo de las ideologías es clave se cogobierne con los tecnólogos. Nuestro lema debe ser“¡Ni un litro de agua dulce al mar!”.

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