miércoles, 27 de julio de 2016

GEOPOLITICA CHILENSIS

Con la Guerra de Chile contra la Confederación Perú-Boliviana (1835 a 1839) comienza a plasmarse nuestra geopolítica con sus respectivas hipótesis de conflicto. Se refuerza. 40 años después, con la Guerra del Pacífico (1879 a 1883). Se hace doctrina con la Misión Militar Alemana arribada al país a fines del XIX. Su jefe -Emilio Koerner- interviene en la Guerra Civil de 1891 que depone al Presidente Balmaceda después de dos cruentas batallas: Concón y Placilla. La sustantivo de tal cuerpo teorético está en que visualiza al país como una ínsula europea rodeada de adversarios y debe, en consecuencia, acomodarse a la "paz armada". El estribillo es “Si quieres la paz, prepárate para la guerra”. Son capítulos de nuestra historia los forcejeos con Argentina a la cual se le atribuyen afanes expansionistas y que nos usurpa la Patagonia, con Perú denunciado como revanchista porque anhela rescatar Tarapacá y Arica que pierde en la Guerra del Pacífico y con Bolivia que exige -con diversos tonos y tácticas variadas- una salida al mar. Se recordará que en aquella conflagración Santiago le arrebata Antofagasta que Palacio Quemado denomina “Departamento del Litoral”. Esta concepción mapochina legitima la xenofobia y el armamentismo. 


Academias de Guerra y las Escuelas matrices de las FFAA, los planteles de enseñanza básica, media y superior y los manuales de estudio, diarios y revistas, efemérides, radioteatros y programas de TV reiteran como un dogma lo anotado. Cualquier discrepancia es aniquilada. Ayer con la persecución. Hoy -y desde hace ya unos tres decenios- con la metódica de negar tribuna o con otra aun más sutil: el silencio. Ni en los ámbitos de mayor solvencia intelectual ingresa el revisionismo histórico y ni siquiera se examina la tesis de Hispanoamérica concebida como nación invertebrada. Las tesis integracionistas de O´Higgins se ignoran. José Antonio Vidaurre es un asesino y Portales el magno organizador del Estado “en forma”. El aporte en este rubro de Joaquín Edwards Bello y Felipe Herrera se menosprecia. La excepción: el Presidente Carlos Ibáñez del Campo. En su I mandato reintegra Tacna a Perú. En su II -pese a la infiltración chauvinista- adhiere con Getulio Vargas al ABC de Juan Perón y, poco después, a la propuesta de los EEUU andinoplatenses. Es el único intento de zafar al país de ese lecho de Procusto en que lo mantienen nuestro establishment de Prieto a Bachelet.


Ninguna fuerza política disiente de esos enfoques geopolíticos. El “internacionalista” PC esquiva el tema tanto por analfabetismo como por temor a perder sufragios. El PS de modo escandaloso respalda las cuatro administraciones de la Concertación cuyo frenesí armamentista es conocido. El PDC emporca la doctrina de Eduardo Frei Montalva que, en su obra impresa y en su Presidencia (1968-1970), es bolivariano. Invita a Prebisch, Sanz de Santa María, Mayobre y Herrera a presentarle un proyecto de Mercado Común Latinoamericano. ´Sin embargo en el sobaco de esa tienda hay un viejo antiargentinismo. Lo representa Alejandro Magnet autor de “Nuestros vecinos justicialistas” y “Nuestros vecinos argentinos”. Su continuador hoy es Ignacio Walker , un oligarca DC que se desempeña como canciller de Lagos y ataca de modo sostenido al peronismo por su “vocación corporativo-fascista”. Quizás por el viraje de Fidel del humanismo martiano al marxismo-leninismo y su adhesión a Moscú, Frei pasa de la posición indicada a adherir a la Alianza para el Progreso. De latinoamericanista  se convierte igual que Haya de la Torre en interamericanista.



Allende sostengo retrocede ante la armaduría de trapecio antimperialista de naturaleza ´higginiana que “pateara” el tablero a la arcaica geopolítica. Los generales Velasco y Torres gobiernan, respectivamente en Perú y Bolivia. Perón ya ha regresado de dilatado exilio. Es el momento. Lo manifestamos a la tambaleante Unidad Popular. Nuestra propuesta es desdeñada. La Habana la deslumbra y se cree que el salvavida vendrá de eso que denominan el “campo socialista”. Todo lo demás es “paja molida”. Es 1973 y los ufanos “estrategas” allendistas argumentan que Bolivia no da garantía por su inestabilidad crónica. La Moneda ve la paja en el ojo ajeno y no siente la viga conspirativa que le perfora el piso. Es una oportunidad perdida. Una negociación por encima de las cancillerías habría resuelto el litigio del Beagle y Torres afianzado en el poder con la cesión de un enclave portuario sobre el Pacífico. ¿Cómo explicar esta suerte de impermeabilidad a escucharnos? Se atribuye a que la geopolítica no es sólo un sistema de teorías y una política de Estado, sino que también genera un vaho cultural que envuelve a toda la sociedad “de capitán a paje” y sin distingos a izquierdas y derechas.


La explicación del apoyo semiclandestino de Santiago a Londres durante la guerra de Malvinas obedece a la lógica del “enemigo inmediato” versus el “aliado distante”. El general Matthei -entonces miembro de la Junta de Gobierno y, por ende asesor de Pinochet- lo expresa con el adagio “El enemigo de mi enemigo es mi amigo”. Eso de países hermanos es pura retórica `para uniformados, integrantes del Ministerio de RREE y la Empresa El Mercurio así como para la población adoctrinada por la clase alta denominada ahora ABC1. Otro ingrediente de nuestra geopolítica es la red de “aliados inmediatos”. Entre estos figura Brasil. Se le exhibe como la subpotencia que prestará apoyo diplomático y militar en caso de guerra con Argentina. Paraguay se visualiza como enemigo de Bolivia. El MERCOSUR pareciera debilita la entente cordial -imaginaria o efectiva- entre La Moneda y el Planalto y Asunción. El otro es Ecuador que amagaría por el norte a Perú. Ello explica que vulnerando el Tratado de Río -durante la Guerra del Cenepa- aviones ecuatorianos son cargados de armamento en aeródromos de la FACH y buques chilenos, sorprendidos desembarcando municiones en Guayaquil. Por ese motivo cualquier gesto de armonía de Quito a Lima altera a La Moneda.


Lo anotado explica la insularidad de Chile y su integracionismo sólo verbal así como su eurocentrismo en lo cultural y la ligazón con Washington que acompaña a la república desde 1835. Eso que “Chile es distinto, distante y superior” es un slogan coincidente a ese otro “Los chilenos somos los ingleses de América del Sur” y a un tercero menos añejo, pero igualmente excepcionalista “Chile es mansión elegante en barrio ordinario”. Hay otro: “Good by Latinamerica!” que emitiera como lema Joaquín Lavín al finalizar el régimen militar. Ese particularismo es masivo y sofoca cualquier pensamiento o acción de tipo bolivariano. La callejera peruanofobia de hoy, el antibolivianismo de la chistología así como los abucheos a un equipo de fútbol argentino son expresiones de esa desconfianza, desprecio o envidia de un pueblo que ignora que su padre -Bernardo O´Higgins Riquelme- es tan chilenizante como peruanófilo, bolivianonófilo y argentinófilo. El revisionismo histórico es tarea ineludible e indemorable. Así se podrá enderezar lo torcido y denunciar lo falsificado respecto al ayer. Por cierto no es todo, pero si un comienzo.

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